miércoles, agosto 25, 2010

Re-lecturas de verano (2)

Este verano, buscando una forma diferente de pasar las vacaciones, hemos ido hacia el norte, al Pirineo Aragonés, combinando las obligadas visitas a distintos lugares culturales y gastronómicos, con el disfrute de la naturaleza, de la caminata prolongada, del bocata y la cantimplora.
A finales de julio, en una entrada de mis comics y mas, dedicada a los libros sobre Tintín, me enteré de la existencia de un libro de Michael Farr que desconocía, Las aventuras de Hergé, creador de Tintín, no perdí el tiempo y me lo llevé en mi equipaje.
En los largos paseos por los Pirineos, recordaba haber leido en el libro de Farr, que Hergé fué muy aficionado a caminar, como buen boy scout. De hecho, había estado en su juventud en los Pirineos, y mas adelante era muy aficionado a caminar por los Alpes Suizos.
Y ciertamente, Tintín es uno de los héroes mas andarines del universo del comic. Hay aventuras en los que el viaje es fundamental, como este que ilustra la entrada, de Tintin en el Tibet. Practicamente un paseo a pie desde la primera hasta la última viñeta del libro. Otra expedición a pie muy memorable es la de El Templo del Sol, atravesando la selva con Zorrino. Hay otro tipo de paseos mas cortos en los libros de Tintín, así, a bote pronto, paseos por Moulinsart, tenemos alguno en Las joyas de la Castafiore, con visita al campamento de los gitanos. O el regreso de Tornasol en el inicio de El Asunto Tornasol, con el sobrero agujereado de balas. Tambien me viene a la memoria el regreso de Haddock al inicio de Las siete bolas de cristal, a pie después de haber sido abruptamente descabalgado. Tambien, siempre me ha gustado el paseo de Tintín por el monte en Objetivo la luna, compartiendo en una escena memorable su merienda con los osos.
En las largas caminatas no faltan las situaciones cómicas, principalmente protagonizadas por Haddock, aunque en alguna ocasión lo sean por Milú. En esta ocasión, el buen capitán marcha en cabeza, "sobrado" de fuerzas que progresivamente va perdiendo hasta quedar rezagado, sin duda, un sorbito de Loch Lomond, y otra vez en cabeza.